domingo, 28 de mayo de 2000

Nuestra cultura y el Teatro San Martín

A lo largo de sus recién cumplidos cuarenta años de actividad, el Teatro General San Martín de la Ciudad de Buenos Aires ha desplegado una actividad incansable en pro de la democratización de la cultura, brindando espectáculos de notable calidad, conformando elencos de gran jerarquía y abriendo sus salas a la innovación y al talento.

La sede del teatro es el edificio vidriado de Corrientes al 1500, obra que devino en uno de nuestros más significativos ejemplos de la arquitectura modernista. Desde el 25 de mayo de 1960 se pudo contar con un complejo pionero en su tipo en toda la región sudamericana por su concepción cultural.

Concebido para promover el acceso a la cultura, el valor de las entradas siempre ha sido popular. Esta circunstancia posibilitó que jubilados y estudiantes gozaran de un trato privilegiado, y que año tras año el poder de convocatoria se fuera ampliando.

A la vez, el gusto de los espectadores se fue profundizando y pasó de las expresiones artísticas más consagradas y tradicionales a las más experimentales y contemporáneas. De esta manera, el Teatro San Martín ayudó al crecimiento tanto de nuestros artistas como de nuestro público.

Hasta en los tiempos más oscuros del país, el San Martín fue sede de representaciones que quedaron grabadas en miles de ciudadanos. Valga nombrar a los espectadores y a los artistas con la voz "ciudadanos", por poner ella un acento político en la actividad cultural, el mismo acento que tenía entre los griegos de la "polis" la participación en las representaciones teatrales de sus tragedias y comedias.

Un dato significativo es que el San Martín fue el primer teatro oficial que estrenó una obra del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, y que además lo hizo a comienzo de los años setenta, con un gobierno dictatorial de facto. Este es uno de los hechos que muestran que la contribución democratizadora del Teatro nunca ha estado limitada al precio de sus localidades.

El San Martín, como buen ejemplo de lo que debe ser la política cultural, enseñó un camino de tolerancia, de admisión de estéticas plurales, de compromiso con la seriedad, la inteligencia y el trabajo, evitando caer tanto en el facilismo superficial como en la arbitrariedad autoritaria o el dogmatismo.

La tarea del San Martín y su aceptación en la sociedad a través de los años pone de manifiesto, además, que la actividad del Estado en la promoción cultural es importante y puede tener frutos muy apreciables.


Fuente: Clarín

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