sábado, 31 de julio de 2004

La pasión por los músculos

Una de las escenas violentas de estos aspirantes a "patovicas"

"Hipertrofia muscular" , de Nelson Mallach. Selección musical, puesta en escena y dirección general: Susana Torres Molina. Elenco: Marcelo Arredondo, Iván Esquerré, Hugo Men y Juan Pablo Thomas. Luces: Luciana Giacobbe. En el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549. Duración: 80 minutos. Funciones: domingos, a las 18.
Nuestra opinión: regular

"Hipertrofia muscular" es el primer trabajo autoral de Nelson Mallach, creado en el taller de dramaturgia de Susana Torres Molina, quien aceptó dirigirla.

Es una obra cuyo planteo propone dos lecturas: una directa y otra alusiva. En el ámbito de un gimnasio, cuatro hombres compiten por estética, fiereza, fuerza y ambiciones en un derroche inútil de testosterona. Víctor y Máximo se observan y se odian. Pertenecen a mundos opuestos sólo desde el punto de vista económico, pero muy similares en sus miserias más íntimas. Bautista es el monaguillo de la misa del canal estatal y se ahoga entre el dilema carne-espíritu. Por su parte, Arnie es el dueño del gimnasio, un instructor déspota para quien Arnold Schwarzenegger es modelo, dogma y causa.

Es un texto algo esquemático y discursivo que, en buena parte, peca de ingenuo. La intención de demostrar la real competitividad y el hedonismo de aquellos adictos al gimnasio que nunca llegan a estar completamente conformes con los resultados se diluye inmediatamente.

Esto se manifiesta sobre todo en lo discursivo, ya que se enuncian riesgos, resultados y verdades del fisicoculturismo sin que éstos estén necesariamente ligados a lo que está ocurriendo en escena. Las razones por las cuales cada personaje rinde culto a su cuerpo están puestas sólo a brochazos. Se tarda en hallar la solución y no están bien logrados los climas de violencia que plantea el texto y la directora desde la puesta.

Las situaciones se vuelven redundantes y repetitivas y no permiten saborear esa doble lectura que podría hablar de dominación, sometimiento, moda, normas sociales preestablecidas, deseo y sexualidad.

La pieza tiene chispazos de humor, pero por momentos se cae en un tipo de gag que no llega a rozar las líneas más puras del absurdo teatral. Por ejemplo: al instructor le agarra una suerte de "chiripiorca" (como las de Chespirito, en la TV) que le provocan un desmayo.

La situación carece de gracia suficiente y fractura la acción y el discurso. Del mismo modo, el tema de la homosexualidad tampoco queda claro. Es demasiado evidente que el monaguillo acude a ese lugar sólo por placer. Pero su personaje es algo contradictorio. Por un lado, su devoción por la religión lo reprime desde el intelecto, pero no oculta su manifiesto deseo sexual ni sus oportunidades de contacto físico con sus compañeros.

Pesas y mancuernas

La puesta en escena realista transcurre entre una serie de elementos propios de un gimnasio de aparatos. No se alcanzan climas intensos y Torres Molina debió hacerse cargo de un elenco heterogéneo.

La puesta es muy exigida físicamente para los actores, ya que casi permanentemente están haciendo ejercicios físicos y levantando pesas con innumerables repeticiones. De algún modo, esa exigencia afecta el normal desenvolvimiento y se vislumbra no sólo en los tonos de voz sino en cierta dispersión.

Con la excepción de Hugo Men, el resto del elenco no vive los textos en forma orgánica y, en muchos tramos, se los nota incómodos y afectados en la piel de sus criaturas.

Pablo Gorlero

Fuente: La Nación

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