viernes, 25 de marzo de 2005

New York, Los simuladores

Por IRENE BIANCHI

"New York", de Daniel Dalmaroni, por el grupo La Gotera. Elenco: Marcelo Arena, Marcelo Demarchi, Virginia Naón y Laura Palmieri. Escenografía, vestuario e iluminación: Claudio Suárez. Dirección general: Diego Aroza. Centro Cultural "Viejo Almacén El Obrero", domingos 20.30 hs.

Mario (Demarchi) está de visita en casa de su hermano Ernesto (Arena). Ambos charlan mientras se refrescan en la pelopincho del patio de atrás. Mario, un geólogo devenido jardinero urbano, siente la necesidad de confesarle algo a su hermano. La culpa y el remordimiento lo carcomen. Tiene un secreto atragantado que no lo deja respirar. Tiene que ver con Dolores (Palmieri), hija de Ernesto y Marta (Naón).

Ernesto no quiere escucharlo. Es más, hará todo lo posible por desviar la conversación y hablar de bueyes perdidos. El y su mujer son expertos en hacerse los desentendidos, en mirar para otro lado. Se embarcan en larguísimas discusiones intrascendentes e inconducentes, triviales y banales. Se reiteran, se contradicen, enmascaran sus sentimientos, se mienten a sí mismos todo el tiempo, casi como un mecanismo de supervivencia. Locuaces, verborrágicos, impúdicos, hablan de todo menos de lo verdaderamente importante. Si lo hicieran, tal vez descubrirían que sus vidas no tienen el menor sentido. Su discurso está plagado de "lapsus linguae": dicen "tumor" por "rumor", "invisible" por "inverosímil". Los traiciona el subconsciente.

La joven Dolores, en cambio, se resiste a seguir siendo cómplice de este juego perverso. Se rebela contra tanta hipocresía. No quiere copiar este modelo, basado en mentiras y secretos bien guardados. Los enfrenta y los desafía. Pero nada los hará tambalear. Están inmunizados. Son impunes e inimputables.

Cabe esperar que Dolores "zafe" de tanta falsedad, aunque bien puede ocurrir que -tarde o temprano - los mandatos paternos terminen prevaleciendo. También Mario y Ernesto son hijos de la mentira, y no hacen sino repetir y perpetuar viejas tradiciones familiares.

Esta lograda comedia negra de Daniel Dalmaroni genera sentimientos encontrados. Por momentos, uno no puede evitar reirse de estos sordos por opción, patéticas criaturas con ínfulas, que leen el New York Times y tienen un sacabichos más grande que la piletita de lona donde chapotean. Pero también despiertan asco y espanto, repugnancia y horror.

La marcación actoral de Diego Aroza hace que los personajes estén muy bien delineados. Demarchi compone un Mario pusilánime, un ser que casi se redime, pero no le da el cuero. La "Marta" de Virginia Naón es una experta simuladora. Trata por todos los medios de cuidar las apariencias, aturde y se aturde con su voz chillona, habla de "sacar todo afuera", pero vive engañándose y engañando. El "Ernesto" de Arena es un tipo repulsivo, auto-suficiente, grotesco, un sordo profesional. La "Dolores" de Laura Palmieri es un buen contrapunto. Su deliberada inexpresividad y su frontalidad contrastan con la aparatosidad y frivolidad de sus padres, y la cobardía de su tío.

El vestuario y escenografía de Claudio Suárez proporcionan el marco realista en el que estos personajes se mueven como patos en el agua.

"New York": radiografía de la hipocresía "made in Argentina", en clave de humor negro.

Fuente: El Día

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