martes, 6 de junio de 2006

"Caballeros andantes": un Quijote de barrio

Por IRENE BIANCHI

"Caballeros andantes eran los de antes", de Mimí Harvey y Fabio Prado González. Elenco: Rossana Tenencia, María Carolina Painceira, Oscar Ferreyra, Fabio Prado González y Pablo de la Fuente. Vestuario y escenografía: Rafael Landea. Música: Rigo Quesada. Ilustración: Sara Sedrán. Asistencia de dirección: Laura Elisabet Otero. Dirección: Mimí Harvey. Sala Astor Piazzolla, del Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino.

Don Atilio (Fabio Prado González) es un ratón de biblioteca. Su cabeza está poblada de personajes de ficción, de amigos invisibles que conforman su mundo imaginario. Habla solo y de su boca brotan palabras de otros, sus venerados autores. Tan inmerso está en sus devaneos literarios que "Amalia" (Rossana Tenencia), la señora que lo cuida, debe hacer malabares para que su patrón al menos "tome la leche".

Tal vez por contar con el "physique du role" del Quijote, Atilio se identifica con el "Hidalgo de la Triste Figura", y logra escapar de la tutela de su criada, la "bruja". Se topa con "Juancho" (Oscar Ferreira), el diariero, a quien confunde con Sancho Panza, su fiel escudero. Aunque el canillita tiene los pies en la tierra, se deja tentar por la delirante propuesta de largarse a la aventura, recuperando así sus arrumbados sueños de infancia.

Tras procurarse la armadura y el yelmo de rigor, y ser oficialmente nombrado Caballero por un vagabundo (Pablo de la Fuente), a quien Atilio vislumbra como Rey, la extraña pareja recorre el barrio y sus alrededores, en busca de malhechores que vencer y "entuertos" que resolver. Pero antes de emprender la larga y riesgosa travesía, ambos se aprovisionan en la verdulería de "Lucinda" (María Carolina Painceira), a quien el romántico empedernido confunde con "Dulcinea del Toboso", el ama de sus sueños.

Pronto se topan con tres malvados "gigantes", que no son los molinos de viento de las llanuras de la Mancha, sino los "fósforos" de acero del Polo Petroquímico. Del enfrentamiento, sale bastante maltrecho este Quijote de barrio, que no escarmienta y también arremete contra una Górgona, que no es otra cosa que una antena de televisión, que se le incrusta en la armadura. Esta confusión no parece antojadiza, ya que las Górgonas eran tres hermanas (Medusa, Euríale y Esteno) que tenían la facultad de convertir en piedra a quienes las miraban, igual que la tele de hoy en día.

Entretanto, Atilio escribe floridas misivas a su Ama de llaves y a su dulce Dulcinea, relatando los pormenores de la travesía, con lujo de detalles. Dichas misivas son diligentemente entregadas a sus expectantes destinatarias por el enamoradizo cartero del pueblo (Pablo de la Fuente).

La frutilla de la torta es que la "locura" del hidalgo contagia saludablemente las rutinarias y pedestres vidas de los otros personajes, y los invita a volar, o más bien, a cabalgar a lomo de Rocinante, rumbo a Utopía.

Esta fresca recreación de la obra literaria más importante de la lengua española, es una muy buena ocasión para acercar a los chicos a este clásico de los clásicos. La puesta es ágil y entretenida y rescata los valores esenciales de la genial novela de caballería. Los personajes son simpáticos y queribles. El más agradecido: el Juancho-Sancho de Ferreyra. El vestuario y escenografía, ingeniosos y funcionales.

"Caballeros andantes": aguante la ficción!

Fuente: Diario El Día

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