sábado, 14 de abril de 2007

Cómo curarse de la realidad con teatro

En las obras de Rafael Spregelburd, uno de los autores más interesantes de la posdictadura, el humor sirve exquisitos bocados y lo siniestro tiene un efecto liberador. Aquí, una reflexión sobre su estética, analizada por él mismo. ALEJANDRA RODRIGUEZ BALLESTER

Alentado por un público ávido, que ama internarse por los callejones del off, el teatro gesta, desde la libertad de los márgenes, las más prodigiosas criaturas. Entre los nuevos dramaturgos y directores alumbrados por la posdictadura, Rafael Spregelburd (1970) despliega una producción de más de treinta obras estrenadas de 1992 a la actualidad, muchas de ellas en el exterior, sobre todo en Alemania, España y Gran Bretaña. En ellas reina una teatralidad que escapa de todo realismo, en la que el humor sirve exquisitos bocados en festines donde lo absurdo y lo siniestro tienen un efecto liberador capaz de generar chispazos de verdad.

Actor y director él mismo, Spregelburd apuesta por un teatro donde impera la situación, que se distancia de una tradición de dramaturgia más literaria, que reniega tanto del simbolismo como del "mensaje", en textos que son reelaborados y reescritos a partir del trabajo concreto con los actores.

Con dos obras en cartel, Lúcido y Acassuso, y dos por estrenar próximamente en la Argentina, Bloqueo (mayo), y La paranoia, además de una quinta, Buenos Aires, en el exterior, Spregelburd explora, simultáneamente, el mundo del cine y la TV: está grabando Mi señora es una espía, una sit-com "peronista" de Andrea Garrote estrenada hace pocos días en el canal Ciudad Abierta, que se emite los martes a las 21, este mes empieza a rodar un telefilme para Canal 7 codirigido con Javier Olivera, sobre Buenos Aires, y proyecta filmar Acassuso con Gael García Bernal. "Al cine le tengo ganas y temor. El miedo más grande es que me vaya bien. Es fascinante, pero también implica problemas realmente gordos, más negociaciones y mediaciones. En cambio en el teatro decido todo yo," afirma Spregelburd, y coincide en que no existe hoy en el cine argentino la libertad y la pluralidad estética que encuentra en los escenarios.

Quizás el denominador común de las dos obras que están actualmente en cartel es que ambas elaboran el tema de lo cercano y familiar, y exploran su costado siniestro, en el sentido que Freud le daba al término en alemán unheimlich, que en algunas acepciones coincide con su antónimo heimlich, familiar, confortable, como "lo no hogareño", aquello que pareciendo ser cercano se torna extraño y desconocido.

En Lúcido, un hijo intenta corregir mediante sus sueños una realidad insoportable: controlar a una madre avasallante y una hermana que retorna del pasado con viscerales reclamos. Con una fuerte carga de humor negro —lo que se supone que viene a llevarse la hermana es un riñón transplantado en la infancia— sueño y realidad se alternan y confunden en situaciones cada vez más absurdas y angustiantes. Aunque los personajes son estereotipados, los conflictos no dejan por eso de ser dolorosos y oscuros como el inconsciente desatado que se pone en escena. Spregelburd ironiza y trabaja con retazos de realidad, retazos desplazados, hinchados por la hipérbole o el absurdo, que estallan en la risa con una forma particular de verdad, la verdad enigmática y corrosiva de los sueños, que es también la verdad de la poesía y el arte.

En Acassuso, el tema que se pone bajo la lupa extrañada es algo tan cercano como la educación. En una escuelita de Merlo plagada de repitentes y maestras que conspiran por grises espacios de poder, corre el rumor del robo al banco de Acassuso. Y por un tiempo esas mujeres se permiten soñar con hombres astutos y musculosos, capaces de burlar a los bancos y a la policía para huir en gomones hacia el río con las joyas de los ricos. Spregelburd reconoce que esta es una obra "anómala" en su producción. "No suelo trabajar con lo real e inmediato, me interesa la ficción. Pero vivimos en un país en el que la realidad ofrece ejemplos más sabrosos que la imaginación", admite.

«Un Almodóvar argentino«

Recuerda que la noticia del asalto al banco le llegó incompleta, por rumores, al volver de un viaje. "Todo el mundo comentaba el robo como si fuera una novela de la tele. Hablaban con cariño del hombre de traje gris, de estos ladrones. El que se robaba un banco después del 2001 era un héroe nacional. Me interesó tocar este tema mediático con la estética del rumor y cruzarlo, arbitrariamente, con estas maestras en estado de emergencia que imaginan la utopía", explica, asegurando que no hay en su obra una intención moralizante.

Personajes disparatados pero perfectamente reconocibles la vieja maestra que no logra jubilarse, la vicedirectora serrucha-pisos, la psicóloga tartamuda dan consistencia hiperrealista a Acassuso. "La observación de ciertos recortes de lo real produce a veces un grado de extrañamiento que ya le gustaría a David Lynch. La escuela, ese lugar donde uno deposita a sus hijos, me parece un universo infinito en ese sentido", afirma.

Considera que su generación ha logrado recuperar una situación gozosa del teatro, liberado del imperativo de "decir lo importante" de los 80, un teatro que propone un encuentro festivo, pero de una enorme responsabilidad con el presente. "El teatro es una forma de conocimiento de lo real, pero una forma lúdica, no periodística", afirma, y defiende el derecho de los argentinos a la ficción, ante la demanda de teatro ideológico que a veces recibe del exterior. Su obra Un momento argentino, que no fue estrenada en el país, surgió de alguna manera de esa demanda, de la Royal Court Theatre de Londres, en medio de la crisis de 2002, en el marco de un programa de defensa de los derechos humanos. En ella, siempre en clave farsesca, el tema de los desaparecidos se cruza con los cacerolazos a través de la puesta en escena del absurdo diálogo de unos militares que miran diapositivas de sus vacaciones en Cuba. Fue estrenada en Estocolmo, Stuttgart, Manheim, Londres, Barcelona y Bahía, es breve y maravillosa, pero él sostiene que funciona como una "noticia para extranjeros" y rechaza esa actitud de los países centrales de venir a buscar en América latina "ejemplos concretos del horror". Se explica el interés que despierta su obra en España, Francia, Alemania y otros países de distintas maneras: "Los europeos me consideran como un Almodóvar argentino porque ven un teatro absurdo en lengua castellana pero que se actúa como si fuera lo más normal del mundo, no simbólico cuando el teatro europeo es muy simbólico. Hay cierto equívoco en todo esto." Asegura que los catalanes con los que hizo Lúcido envidian la movida teatral porteña. "El teatro, a diferencia de las producciones mediáticas, no cuesta dinero, cuesta tiempo. Su especificidad está en el agrupamiento con otras personas y en su llegada al público. Y aquí los teatros están llenos", festeja. Por eso, afirma, sigue teniendo sentido hacer teatro en Buenos Aires.

Ficha: dos obras de Spregelburd

"ACASSUSO"
LUGAR: TEATRO MARGARITA XIRGU, CHACABUCO 875
HORA: VIERNES Y SABADOS, 20.30.

"LUCIDO"
LUGAR: TEATRO MARGARITA XIRGU, HORA: VIERNES Y SABADOS, 23 HS.
ENTRADAS: DESDE $ 15
RESERVAS: TEL. 4300-8817/4307-0066
Spregelburd básico

BUENOS AIRES, 1970. DRAMATURGO, DIRECTOR Y ACTOR

Fue discípulo de Mauricio Kartun y se formó actoralmente con Daniel Marcove y Ricardo Bartís. Estrenó su primera obra, «Cucha de almas«, en 1992, ese mismo año recibió el Premio Nacional de Dramaturgia y desde entonces ha estrenado más de 30 obras y recibido numerosas distinciones. Integró el grupo de dramaturgia Caraja-jí, con Javier Daulte, Alejandro Tantanián y otros; en 1994 creó, con Andrea Garrote, la compañía El Patrón Vázquez. Trabajó para la Schaubühne de Berlín, el Theaterhaus de Stuttgart y el Royal Court Theatre de Londres. Entre sus obras se han editado «zLa Heptalogía de Hieronymus Bosch«6 (Adriana Hidalgo, 2000), «zRafael Spregelburd. Nuevo Teatro«6 (Losada, 2005), ambas a cargo de Jorge Dubatti.
Fuente: Clarín

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