domingo, 18 de mayo de 2008

Radiante, visual y desgarradora

Maricel Alvarez se entrega entera al servicio de la escena

Sophie Calle, Emilio García Wehbi y Maricel Alvarez: una tríada artística perfecta

Dolor exquisito , de Sophie Calle. Traducción y versión de Ricardo Ibarlucía, Dirección: Emilio García Wehbi, Actriz: Maricel Alvarez, Actores en video: Guillermo Arengo, Blas Arrese Igor, Pompeyo Audivert, Cristina Banegas, Osmar Núñez, María Onetto, entre otros. Diseño de luces: Alejandro Le Roux, Diseño de escenografía: Juan Lázaro. Diseño de vestuario: Martín Churba y Andrea Saltzman. Música y sonido: Marcelo Martínez. Sala Beckett, Guardia Vieja 3556, Sábados, a las 21. Duración: 70 minutos.
Nuestra opinión: Muy buena

En el barrio, cuando alguien dice estar sufriendo, la vecina lo consuela diciendo que lo entiende, que está con él, junto a él, en él. Pero, sin embargo, sabemos que si hay una experiencia intransferible, pero fuertemente ritualizada, es la del dolor. Y uno de esos rituales es la repetición. Allí es precisamente donde el teatro tiene mucho para decir. La obra es la reelaboración de una experiencia artística producida por una de las grandes divas del arte francés contemporáneo como es Sophie Calle. Ella obtuvo una beca para ir a Japón durante un tiempo, pese a la desaprobación de su pareja. Con el final del viaje, llegará la separación y el inevitable dolor y fractura que ello produce.

En tanto artista, Calle realizó su propio exorcismo, que devino en muestra y en libro. Recurrió a sus amigos para que contaran el momento doloroso que mayor impacto les produjo, y así, de relato en relato, de experiencia en experiencia, de repetición en repetición, el dolor fue cediendo el paso a una sensación de ajenidad de la experiencia.

Con este material que ofrece Calle, el director y la actriz Maricel Alvarez hicieron su propio viaje por Japón, siguiendo los caminos de la artista francesa y armaron su propia experiencia, a mitad de camino entre la ficción y la realidad. La obra, como suele ocurrir cuando García Wehbi produce en la escena independiente (por fuera del Teatro San Martín y de su grupo Periférico de Objetos), hay que mirarla en su totalidad. La experiencia no concluye con lo escénico sino con el muy bello libro que le dan al espectador para que una vez en su casa se lance a la experiencia del dolor exquisito. Así lo escénico deviene en un elemento más de la propuesta, fundamental por cierto, pero no única.

El cuerpo

Desde un puro prejuicio, una obra que hable sobre el dolor deberá tener un determinado tipo de cuerpo. Más aun, cuando proviene de un artista por momentos tan oscuro, en su visión del mundo y del arte, como García Wehbi.

Sin embargo, aquí recurre a un blanco pleno y a una belleza visual muy interesante. La actriz luce radiante en la escena, con un vestido diseñado por Martín Churba y Andrea Saltzman, y dentro de un marco escenográfico y lumínico sumamente apacible. Es más: uno percibe algo del diseño exquisitamente trabajado al mejor estilo Palermo. Y es allí donde Wehbi encuentra la posibilidad de producir tensión en una propuesta que nos lleva de la superficialidad a la profundidad, y viceversa, sin previo aviso. En el pasado, el cuerpo estuvo desgarrado, odiando, mirando fijamente un teléfono rojo en un hotel de la India. Ahora, el desprecio y la imposibilidad asoman en el relato como puro relato. Y Alvarez logra poner su cuerpo cuando la escena así se lo exige con la misma precisión con la que lo quita. El último tercio del espectáculo consiste en repetir el cuento del momento de la separación. Y allí la actriz se luce junto a Ibarlucía, traductor y adaptador, ya que ambos juegan con cuestiones muy sutiles para pasar del cuerpo al lenguaje. Y la pregunta asoma allí, en la piel de Alvarez y de los actores que aparecen en registro fílmico: ¿dónde queda el cuerpo cuando el dolor pasa?

Federico Irazábal
Fuente: La Nación

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