lunes, 19 de mayo de 2008

Sólo se trata de entrar en el mundo del arte

El actor Javier Lorenzo integra un atractivo elenco en Ciudad como botín, la obra del alemán René Pollesch, que se estrena hoy en el CCC


El actor Javier Lorenzo cuenta que su maestro Ricardo Bartís le enseñó "a seguir el impulso de hacer. Hacer y confiar en el deseo que uno quiere realizar, sin pensar cómo debería hacerse, sin tener ningún modelo". Y desde entonces, en una misma temporada se lo puede ver participando de varios proyectos.

El viernes estrenó Los sensuales, con la dirección de Alejandro Tantanián, y esta noche será el turno de Ciudad como botín, de René Pollesch, con dirección de Luciano Cáceres. Mientras tanto continúa ensayando, con la conducción de Carolina Adamovsky, Elsa, de Jürgen Berger, que se estrenará en julio.

Al intérprete, esta múltiple actividad más que generarle complicaciones, lo divierte. "Es que lo que más me interesa es trabajar, tener diferentes mundos. En 2006, durante unos meses, los domingos hacía tres obras: al mediodía estaba en El perro del hortelano, que dirigió Daniel Suárez Marzal, a la tarde hacía El límite de Schiller y por la noche Crave , de Sarah Kane. Y para mí era una fiesta."

-Y no se te mezclan los personajes, las historias

-Nunca se me mezclan. Cada obra te propone un mundo y entrás a ella a través de él. Por ejemplo, ahora, el mundo de Los sensuales está planteado como un melodrama musical en el que el tema central es el amor. En verdad es una historia de desamor. Allí me conecto con cosas propias, vivencias amorosas. En la obra, nadie es amado por quien ama. En el caso del texto de Pollesch es un discurso claramente político. El plantea algo muy concreto; diría que tiene que ver con el sentido común. El texto es como infernal y allí también hay canciones y coreografías. Aquí, además, el mundo se me abre mucho gracias al planteo de puesta de Luciano Cáceres. Y trabajar en Elsa es como participar de un biodrama, porque lo que hace Berger es reconstruir, a través de una ficción, la vida de la actriz Ellen Woolf (la abuela de La omisión de la familia Coleman ).

-O sea que te presentan un mundo y entrás...

-Me meto con mucho miedo. Los trabajos también tienen que ver con el encuentro con las personas con las que comparto el trabajo. Muchas veces me cuesta tomar una decisión sólo por la lectura del texto y, en cambio, sí me entusiasma el encuentro con la gente. Eso, a la vez, me posibilita armarme un mundo de laburo y ahí entro, sin problemas.

Casi sin querer

Javier Lorenzo llegó a la actuación, podría decirse, por pura casualidad. Hasta podría afirmarse que el teatro lo eligió a él. No proviene de familia de artistas, de pequeño nunca fantaseó con actuar. Su vida transcurrió muy tranquila en una ciudad de la provincia de Buenos Aires, Adolfo González Chávez (ubicada a 500 km al sur de la Capital). "No tengo ni idea de por qué soy actor -explica el intérprete-. Cuando terminé la secundaria no sabía qué hacer, sólo quería irme de mi ciudad. Fui a La Plata a estudiar informática en la Universidad, porque me gustan mucho las matemáticas y a los seis meses, descubrí que eso no tenía nada que ver conmigo. Un día vine de visita a Buenos Aires y reconocí que éste era mi lugar en el mundo, acá podía caminar hasta perderme. Y vine a trabajar. Una amiga de González Chávez, actriz, me convenció de hacer teatro y hasta me orientó para estudiar con Ricardo Bartís. Ahí fui y pienso que caí en el lugar justo."

Cuando estaba en tercer año del taller de Bartís, Alejandro Tantanian lo convocó para hacer su obra Un cuento alemán y, en ese momento, la carrera de Javier Lorenzo se definió. "En un comienzo -dice-, me costó mucho asumir que era actor. Desde Un cuento alemán no paré más. Hace un par de años, empecé a tomarme el trabajo como el lugar de disfrute y placer. Actuar es lo que más placer me da en estos momentos."

Si repasa su carrera, Lorenzo encuentra en cada espectáculo realizado un valor que destaca rápidamente. Su labor lo enorgullece, usa esa palabra en varias oportunidades cuando define los resultados de un producto teatral o de la película La rabia, de Albertina Carri, su única producción en cine, que se estrenó hace pocas semanas. Disfrutó esa experiencia sobremanera y eso lo lleva a decir: "Quiero hacer más cine". "Es que actuar cada día me gusta más, cada día me siento más relajado. Siempre he trabajado con gente muy distinta.

Al principio, era común que el grupo perteneciera a la misma generación, todos veníamos del mismo circuito. Pero, poco a poco, eso fue cambiando".

Y es que el teatro oficial, el comercial o el alternativo lo fueron convocando y en cada uno se destacó y hasta experimentó cuestiones nuevas que mucho le fueron sirviendo a su mundo de actor. "Ante cada laburo, tengo la sensación de que estoy vacío -aclara- y en cada función siento que no sé si va a salir, ese vértigo me interesa mucho. Por otro lado, el teatro me hace entrar en una zona temporal particular; me retira, por un rato, de la realidad", concluye.

Carlos Pacheco

Hoja de ruta

  • Formación. Estudió con Ricardo Bartís y es docente.

  • Trabajos en teatro. Un cuento alemán, de Alejandro Tantanian; Unos viajeros se mueren, de Daniel Veronese; Cine quirúrgico, de Edgardo Rudnitzky; El niño en cuestión, de Ciro Zorzoli; El límite, de Schiller, El perro del hortelano, de Lope de Vega; Crave, de Sarah Kane; Muerte de un viajante, de A. Miller; Dedos, el musical, de Ortiz de Gondra.

  • En cine. La rabia, de Albertina Carri.

Fuente: La Nación

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