jueves, 26 de febrero de 2009

Y es tan largo el olvido

BUENOS AIRES
El hombre de la cabina de cristal
Necesario ejercicio que interroga a la historia contemporánea

Por Luis Mazas

El magnate judío neoyorquino Arthur Goldman pretende ser un conspicuo coronel nazi: un tal Adolf Dorff, presunto miembro de las SS sometido a juicio tras su detención por parte del Mossad. Dorff guarda algunas similitudes con Adolf Eichmann, criminal de guerra responsable de la sección IV de la Gestapo, experto en exterminio masivo, cuyo proceso tuviera lugar en 1962, luego de ser hallado oculto en nuestro país. La trama de El hombre de la cabina de cristal, pieza de 1964, contemporánea a aquel suceso, pertenece al autor y actor inglés Robert Shaw. Tres años después, subió a escena en Londres, nada menos que bajo dirección de Harold Pinter, quien repitiera su armado en Broadway aquel mismo año. Si con el impacto testimonial no bastase para atrapar la atención del espectador, el material tiene un atractivo elemento de suspenso dramático.

Hoy, con el escándalo negacionista del Holocausto que tiene su epicentro en el sacerdote Williamson y como anillo de impacto las jerarquías vaticanas, escarbar sobre la Shoa es un ejercicio necesario. Shaw articula diálogos agudos, irónicos, dotados de un sutil elemento farsesco, que exponen la crueldad de aquellos tristes sucesos y presentan a sus perpetradores como criaturas tan alucinadas como el propio protagonista. La nueva versión que Buenos Aires recibe está dirigida y traducida por Nacho Steinberg. La adaptación enfatiza la lúcida patología del mitómano Goldman-Dorff, que confunde a sus captores y engaña al aparato judicial que lo indaga. Pero reduce el peso argumental de los testigos a tres breves declaraciones escuetas acaso buscando agilizar el espectáculo. Esto debilita la densidad de la probanza de la tesis, útil para responder a las dudas sembradas por el aquí y el ahora. Pese a esta objeción, el material cumple su objetivo de interrogar a la Historia contemporánea; dejar expuesto el perverso recurso de la noche y la niebla (Nacht und Nebel-Erlas) decretado por Hitler, que vuelve a ser aplicado por la dialéctica de los neonazis. Con la complicidad de la noche, muchos judíos, como muchos argentinos, fueron retirados alguna vez de sus casas para nunca más volver. Por ellos hay que pedir cuentas, impedir que sus figuras sean escamoteadas tras el ilusionismo de una niebla teatral.

Fuente: Diagonales

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