martes, 28 de julio de 2009

¿Quién dijo que las salas de cine deben corresponder sólo al celuloide?

My Winnipeg, de Guy Maddin

Los estrenos en formato “dvd ampliado” en salas de cine vienen siendo objeto de una larga controversia. ¿Es lícito ocupar el espacio que le corresponde por derecho propio al celuloide con su primo bastardo digital? ¿Y cobrar las entradas al mismo, caro, precio aunque la calidad de las proyecciones no tenga punto de comparación?

En La Plata, por ahora, no tuvimos que enfrentarnos a esas disyuntivas. Pero en Capital el tema ocupa un lugar central en los debates sobre exhibición desde hace unos años, cuando la compañía 791cine comenzó sus actividades. Con un catálogo orientado al cine más extremo y sofisticado, a películas de autor que de otra manera, y en el mejor de los casos, sólo tendrían corta vida en festivales (Albert Serra, Johnnie To, Jafar Panahi, Asia Argento, Raúl Perrone, por elegir un puñado de nombres de diferentes nacionalidades), 791 defiende sus métodos justamente con ese argumento: mejor ver esas películas de alguna manera que no verlas. La diferencia de costos entre la importación y los derechos para exhibición del fílmico y los del dvd son la otra mitad de la ecuación.

Hechas estas aclaraciones, hay que celebrar el próximo estreno en salas de la compañía; sobre todo, porque implica que después nos quedará una paqueta edición en dvd para ver y rever. Se trata de My Winnipeg, la última película del canadiense Guy Maddin. Uno de los favoritos del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires desde que hace algunos años se exhibiera su versión ballet de Drácula (Pages from a Virgin Diary), Maddin ganó su culto a fuerza de homenajes elegantísimos al cine mudo, al cruce magistral de melodrama lacrimógeno y comedia negra, y a un elevado sentido del surrealismo cinematográfico. Su obra maestra se titula La canción más triste del mundo, está editada en dvd en nuestro país y cuenta un triángulo amoroso en el marco de una especie de mundial radiofónico que premia a la música más triste durante la Gran Depresión; la anfitriona del evento es Isabella Rossellini ¡con piernas de cristal rellenas de cerveza!

My Winnipeg trasciende las constantes de ese estilo singular, incrustando a los sueños y alucinaciones en el marco del documental más extraño jamás creado. Winnipeg, en
la Manitoba canadiense, ciudad natal del director, se vuelve -en el glorioso blanco
y negro que es marca registrada de Maddin, pero también con tomas a color en video digital- un lugar extraño donde lo sorprendente está a la vuelta de cada esquina, disparado por los recuerdos deformes (o deformados) del director. Personal, onírica, evocadora, genial: podría adjetivarse infinitamente a My Winnipeg, pero mejor esperar un poco y verla para creer... en
el cine.

Agustín Masaedo

Fuente: Hoy

No hay comentarios: