viernes, 18 de septiembre de 2009

Cuando el pasado entra sin pedir permiso alguno

El regreso del tigre , la vuelta de Brandoni y Contreras

El regreso del tigre
, de Luis Agustoni. Con Luis Brandoni, Patricio Contreras, Florencia Raggi y Celeste Gerez. Diseño de escenografía: Marcelo Valiente. Diseño de iluminación: Marco Pastorino. Diseño de vestuario: Beatriz Di Benedetto. Dirección: Luis Romero. En el Paseo La Plaza.

Nuestra opinión: regular

La trama central de El regreso del tigre desarrolla un conflicto de fuerte peso dramático. Una pareja muy joven queda embarazada. El es de la postura de abortar. Ella también pero, a último momento, decide continuar con el embarazo. El, a quien todos conocen como El Tigre, saca el cuerpo y la expresión no es una metáfora: se va del país mientras que la joven madre termina haciéndose cargo de la criatura. Ahora la criatura es una adolescente de 16 años. Tiempo atrás, su madre rehizo su vida con otra persona. Claro que, de buenas a primeras, reaparece el padre de la adolescente y las estanterías tiemblan.

Con estas piezas en juego, el nudo dramático ideado por el dramaturgo Luis Agustoni plantea paradojas de profundas densidades. Sin embargo, a medida que avanza la acción, muchas de ellas se resuelven con una facilidad que linda con cierta liviandad. Y cuando el nudo central de la hija en su reencuentro con su padre parece resuelto (o en vías de...), aparece otro conflicto: la crisis en la pareja de la madre que se ve amenazada por la presencia de esta figura que vuelve del pasado. En definitiva, aparecen demasiados elementos en juego que debilitan y alargan la acción innecesariamente.

En su resolución escénica, la obra dirigida por Luis Romero también tiene sus problemas. Algunos parecen ser del orden artístico/técnico (como el sonido cuando la acción transcurre en un recoveco en lo alto o el mismo difuso planteo escenográfico); otros problemas están ligados con la resolución de varias escenas (como en la que El Tigre, un cantante de rock entrado en años, copa el escenario haciendo un dudoso playback).

El trabajo implica para Luis Brandoni, en el rol de la pareja de la madre de la adolescente, y para Patricio Contreras, el padre que vuelve cuando menos lo imaginaban, reencontrarse en el escenario después de tantos éxitos teatrales y televisivos. De los dos, Brandoni es el que sale más airoso. Básicamente, se ve favorecido por un personaje que entra y sale de la acción como si fuera el narrador de la trama. Desde esa perspectiva, se hace cargo tanto de las ironías más logradas del texto como de su carga moral. En su tránsito, el actor demuestra un irrefutable oficio que el público festeja.

Los otros personajes

Contreras, como esa especie de bohemio del rock que retorna para conocer a su hija y enfrentar a su pasado, no lo ayuda ni el vestuario ni cierta conexión con el mundo rockero que parece forzada. A lo sumo, cuando el personaje se despoja de todas esas investiduras y habla de su pasado con su ex pareja, sus palabras tienen la intensidad necesaria y el conflicto toma cuerpo escénico, vida, contradicción.

Florencia Raggi, como la madre, debe lidiar con un personaje cerebral que maneja con precisión pero al cual le faltan dobleces. Junto al terceto, Celeste Gerez, como la hija adolescente, aporta una grata naturalidad a su personaje aunque, en los momentos más fuertes dramáticamente, pierde convicción.

Alejandro Cruz
Fuente: La Nación

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