viernes, 4 de septiembre de 2009

¿Cuánto hay que pagar para ver a Biondi?

No habrá casi imágenes del gran Pepe en la TV este 4 de septiembre, cuando se cumplan 100 años de su nacimiento

Por Pablo Sirvén

De un lado, dicen que ese material no vale nada; del otro, que por su reproducción insistente por la TV, ya hace algunos años, se adeudan nada menos que 3.800.000 pesos.

En el medio, están arrumbadas, lejos de la mirada del público, hasta que las partes se pongan de acuerdo y cesen de litigar, las noventa espléndidas emisiones de Viendo a Biondi , que se salvaron de distintas depredaciones (incendio, robo, borrado, pérdida, material dañado, etcétera).

Llamó la atención que en la completa maratón por el 15° aniversario de la señal Volver, que puso en pantalla viejos hits de la TV argentina de todos los tiempos el primer fin de semana de este mes, no haya habido una sola imagen del gran Pepe Biondi, uno de los cómicos más notables que hayan dado estas tierras.

Pero el programa humorístico que hacía furor hace cuatro décadas, un coloso del rating que hizo reír a grandes y a chicos en buena parte de la década del 60, no puede volver a ver la luz hasta tanto continúen los tironeos entre quienes no quieren pagar y los que exigen cobrar. Los desencuentros en Tribunales ya llevan años y los abogados de cada bando parecen asustados y ganados por la fatiga, las complicaciones y los vacíos legales en la materia.

Como tantas veces la adversidad se cruzó en su vida -creció en un circo donde lo molieron sistemáticamente a palos; en el 30, las balas le pasaron cerca en el servicio militar, una vez casi se mata en un avión, la guerrilla de Fidel Castro lo secuestró, padeció catorce operaciones, sufrió dos infartos y Canal 13 le dio la espalda en cuanto entró en su ocaso-, ahora que han pasado casi 34 años desde su muerte, Pepe Biondi se enfrenta a una nueva contrariedad: en vez de gozar su memoria del merecido reconocimiento que brinda la posteridad a los grandes, lo que queda de su obra televisiva está interdicta, invisible a los ojos de todos. Apenas en ese reino del "todo vale", que es YouTube, hay precarias posibilidades de asomarse a 170 fragmentos de Viendo a Biondi . Muy poco, por cierto, y nada digno ni justo para alguien que dio tanto y que al cabo de algunos años ya no cosecha ni un centavo. El mexicano Roberto Gómez Bolaños, a los 80 años, en cambio, por citar un ejemplo conocido para todos, sigue usufructuando de importantes regalías por la reproducción de los programas que hiciera décadas atrás, cuando personificaba al Chapulín Colorado o al Chavo.

Una obra pasa al dominio público y no genera más derechos para su autor una vez que han pasado setenta años desde su muerte. Dentro de ese extenso período, sus herederos directos pueden reclamar que se les pague cada vez que se reproduce públicamente ese material. Para los intérpretes (sean éstos músicos, bailarines o actores) la reproducción de sus imágenes les pertenece a ellos (o a sus herederos directos) durante los siguientes cincuenta años a la publicación de la obra en la que participaron.

El perjuicio comunitario cultural y hasta sentimental no es menor: a quienes disfrutamos de los programas de Pepe Biondi en su pasada original cuando éramos chicos, se nos impide alimentar nuestra nostalgia volviéndolo a ver; a las nuevas generaciones, tan castigadas por las gratuitas afrentas de la TV actual, se les niega la posibilidad de conocer a uno de los más logrados genios de la pantalla chica del siglo pasado, que supo meterse a la audiencia en el bolsillo con gracia y gran humanidad, sin caer en golpes bajos ni escatologías.

¿Qué se disputa en el caso de Pepe Biondi? En primer lugar, si la reproducción de sus actuaciones deben o no devengar derechos a favor de su única heredera, su hija Margarita, y si, además, se le reconocen títulos como autor de sus personajes y principal inspirador de sus libretistas Golo y Guille.

Por lo que pudo saberse -todas las partes están abroqueladas en un empecinado mutismo con tal de no perder puntos a la hora de la sentencia-, Margarita Biondi cobró pequeñas sumas, más bien simbólicas, en algunas lejanas épocas en que Canal 13 solía repetir los programas de su padre, costumbre que su cable Volver no pudo sostener en el tiempo por tratarse de una señal que no es rentable. Los argumentos jurídicos son fuertes de un lado y del otro: Volver no emite por sí mismo, sino que su señal es distribuida por los grandes operadores (Multicanal, CableVisión, Telecentro, etcétera), con lo cual son ellos los que, eventualmente, deberían pagar algún canon; pero Margarita Biondi ya tiene ganado, en primera instancia, un juicio contra Volver por los derechos de reproducción de imagen de su marido, Pepe Díaz Lastra (que murió hace dos años), y que en Viendo a Biondi solía hacer pasar muy malos ratos a los bonachones personajes interpretados por su suegro.

Desde fines de 2006, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (Sagai) se ha propuesto ordenar todas las zonas oscuras que implica la no cabal instrumentación de la ley Noble, que ya en 1933 reconocía los derechos de los artistas a cobrar cuantas veces sus imágenes fueran reproducidas públicamente.

El limbo legal en el que ha quedado atrapado Pepe Biondi es, parafraseándolo, una verdadera suerte para la desgracia.

Rehén de intereses enfrentados

El cable no quiere pagar por emitir el ciclo de Pepe Biondi y su hija Margarita reclama por sus derechos. Conclusión: nadie puede ver sus programas

Fuente: La Nación

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