domingo, 13 de septiembre de 2009

Marilú Marini: "Una flor rara, hermosa y carnívora..."

GRETA. Personaje que, con su cuerpo, adopta como propias las palabras de Silvina Ocampo y las repite durante una espera angustiosa.

Así define, en una entrevista íntima, la gran Marilú Marini a la figura de Silvina Ocampo, sobre la que se basa Invenciones, espectáculo en cartel que compila textos autobiográficos de la escritora argentina. "La palabra también es un cuerpo, posee músculos y ejerce presión", apunta la actriz.

Por: Inés Fernández Moreno

Con cada regreso a Buenos Aires de esa excepcional actriz que es Marilú Marini, se alumbra una experiencia teatral notable. En esta oportunidad, se trata de Invenciones, un unipersonal creado por Alejandro Maci a partir de textos autobiográficos de Silvina Ocampo. No es la primera vez que Marilú trabaja inspirada en el genio de Silvina, a quien admira y conoce mucho más allá de los textos que interpreta. Para hablar de esta afinidad, que no exagero en llamar apasionada, y de la obra que aún sigue en cartel en el teatro Alvear, nos encontramos en una confitería del Barrio Norte. Confitería de nombre parisino por cierto, pero de café y de ruido porteñísimos.

-¿Cuál fue su primera vez con Silvina Ocampo?

-La primera vez fue en 1997 con La lluvia de fuego. Era una obra inédita hasta ese momento que me dio personalmente Bioy y que se estrenó en el Teatro Bobigny, con Rodolfo De Souza y dirección de Alfredo Arias. La más reciente fue en 2007, en Villa Ocampo, con las lecturas que hicimos con Alfredo. Pero el primer detonador de esta relación fueron sus cuentos. Los leí muy joven y me sorprendieron. Fue como si me hubiera encontrado con una flor rara, algo que es bello pero que, al mismo tiempo, tiene un olor extraño, una flor entre hermosa y carnívora. Sus cuentos me movilizaban no sólo por lo apolíneo, sino por lo perturbador, por su parte oscura.

-Lo que Pizarnik llamó los "dominios ilícitos".

-Claro, porque Silvina es una persona que infringe lo aceptado. Pero con un enorme pudor, el pudor de la inocencia, del chico que dice las cosas directamente o que hace una pirueta inusitada. Cuando uno lee La liebre dorada, ese cuento que está en La furia, podés ver cómo pasa de una situación a otra, con la misma libertad que tiene un chico para jugar, para transformar papirolas en platos voladores, luego en carrozas, y luego en coronas..., no hay límite.

-¿Y cómo pasan esos textos y su estilo a través de la actriz?

-Un actor siempre tiene que vehiculizar el texto a través de su cuerpo, y de la palabra. Pero la palabra también es un cuerpo, posee músculos, ejerce presión, se mete en el cuerpo del otro, lo toca, lo acaricia o lo abofetea. El actor tiene que movilizar ese cuerpo textual, alimentarlo a su vez con su cuerpo carnal y también con su imaginario.

-Cuando se trabaja con textos que no fueron pensados para teatro, ¿la apuesta es más arriesgada?

-Creo que sí. Cuando hay un ritmo dramático teatral, tendrás dificultades para acercarte al personaje, o no, pero hay un carácter que ya está definido. No enfrentás la dificultad inicial de tener que apropiarte de él. Yo traté de hacerlo poniéndome en el momento de la escritura, no de lo escrito, sino del gesto, de la movilidad interior y anterior a la palabra.

-Los textos de "Invenciones" provienen en su mayoría de los libros más personales de Silvina. ¿Intervino en esa selección?

-La trama de la obra, la escritura y la compaginación pertenecen a Alejandro Maci. El tuvo la gentileza de consultarme, hicimos varias reuniones en las que se fue definiendo el material. Yo señalé algunos textos que me gustaban y él los incluyó. Después, durante los ensayos, algunos textos se modificaron, se recortaron o se agregaron.

-¿Qué textos le señaló?

-Para mí el disparador fue esta frase de Ejércitos de la oscuridad: "Hay pasos que cuando se acercan son el compendio de toda la felicidad; en esos momentos quisiera ser perro". La idea argumental parte de allí. Una mujer espera a un hombre. Una mujer que no es Silvina.

-Eso requiere una explicación. Como espectador uno advierte distintos grados de acercamiento, incluyendo la apropiación de esa voz nasal y temblorosa de Silvina. ¿Cómo fue eso?

-La idea es que esa mujer, el personaje que está esperando en esa buhardilla, inventa constantemente para soportar la espera. Y una de las cosas que inventa es ser Silvina. Pero ella es Greta. Esa es nuestra cocina, claro. El espectador ve a un personaje que pasa por distintos matices, desde la evocación de Silvina hasta tratar de encarnarla con sus anteojos, su voz, sus gestos, toda la máscara. Pero existe un distanciamiento...

-¿Todos los textos que dice Greta son de Silvina?

-Sí, salvo la escena final en que ella imagina la llegada de Julio. Esa escena la escribió Alejandro. Y también se agregaron los enlaces para el armado de la trama. En algunos casos se presenta el fragmento completo, en otros casos va como evocación.

-El editor de "Ejércitos de la oscuridad" dice que esa obra es "deliberadamente fragmentaria, que acepta la fugacidad y la digresión como premisas compositivas". ¿Lo mismo podríamos decir de "Invenciones"?

-Sí. Porque en Invenciones no hay una historia que progresa con los cánones habituales de la dramaturgia. Hay una situación de espera de una mujer que se dispara para todos lados, son como centelleos que van en distintas direcciones, fuegos artificiales para disfrazar esa situación que podría naufragar en la desesperación.

-"La escalera" es el único texto de ficción que tomaron en "Invenciones", aunque está modificado. ¿Por qué lo eligieron?

-Incluir ese cuento fue una sugerencia de la escenógrafa Oria Puppo, que tuvo una participación activa en la obra. Fijate que en "La escalera" tampoco hay una historia con continuidad, que progrese escalón por escalón. Son todas historias que estallan en cada peldaño, provocando distintas asociaciones, dando pie a otros textos y digresiones.

-¿Por qué eligieron ese especie de desván para la puesta?

-Silvina tenía, en su departamento, un atelier donde pintaba. Era un refugio muy querido, donde parece que pasaba muchas noches. Estaba tan implicada en su amor con Bioy, en la amistad con tantos personajes que la rodeaban como Borges, Wilcock, Bianco, Pizarnik... que debía tener una gran necesidad de ese "cuarto propio" del que habla Virginia Wolf.

-También trabajaron con reportajes y anécdotas recogidas por sus amigos. Como en Macedonio Fernández, ¿la Silvina de la oralidad tiene su peso?

-¡Sí, con las anécdotas y las ocurrencias de Silvina podría hacerse otra obra! ¿Conocés la de Pezzoni? "Ay Enrique" –le dice Silvina con su voz gangosa– "estoy tan triste"... "¿por qué Silvina?"– le pregunta Pezzoni. "¡No te quiero más!" Y el final de Invenciones, con sus respuestas al "Cuestionario Proust", para mí es encantador: ¿cuales son sus heroínas favoritas en la realidad?: "Las acróbatas". ¿Su músico?: "Ahora una rana, Brahms anoche".

-Pero alterna con otras respuestas donde el amor es protagonista.

-Ella es capaz de ir a esos extremos con una libertad que uno le agradece, no hay solemnidad, eso es lo que a mí personalmente me atrae muchísimo. Ahora me acuerdo de ese verso de Silvina que dice "afuera está la inmunda primavera". Lo solemne sería creer que la primavera sólo da flores, descartando los fermentos que corren por debajo, lo pringoso...

-Victoria criticó las "Invenciones del recuerdo" de Silvina, habló de imágenes "atacadas de tortícolis" ¿qué diría de estas "Invenciones"?

-Alguna crítica tendría, porque ella era una persona que siempre tenía, como dicen los franceses, son mot à dire. Pero puedo imaginar a Victoria en su cuarto, lejos de la escena pública... Al recordar el espectáculo sonreiría...

Fuente: Revista Ñ

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