domingo, 6 de septiembre de 2009

Se vienen los 50 años del Teatro San Martín

foto: archivo blog teatro la plata

Que la celebración no se opaque como la del Colón

Macri debe buscar un perfil cultural más alto

Por Pablo Sirvén
De la Redacción de LA NACION

Se fastidia fácilmente Mauricio Macri cuando se le echa en cara lo poco que va al teatro o que su presencia es más bien excepcional cuando la propia ciudad que él comanda ofrece un espectáculo de alta calidad. Debería comprender que poco importa lo que él haga o deje de hacer como persona privada. Pero que, en cambio, sí adquiere un inmenso carácter simbólico su actitud pública al respecto, sólo por ser jefe de gobierno de una ciudad que tiene entre sus bienes tangibles e intangibles más preciados abundantes muestras artísticas y culturales de primerísimo nivel.

Por eso fue grato verlo, hace pocas semanas, como un espectador más del primer programa de la temporada del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.

Asistir implica comprometerse, involucrarse, percibir y compartir sensaciones con el resto del público, es recibir parte de la energía que los artistas brindan desde el escenario, es abrir la cabeza y el corazón a una experiencia distinta que nos sacude de la rutina cotidiana.

Es una pena que la mayoría de los políticos, y no sólo Macri, consideren superflua o innecesaria la costumbre frecuente de entregarse dócilmente a experiencias estéticas y sonoras refinadas. Se pierden, nada más y nada menos, la posibilidad de ser mejores y, consecuentemente, más inteligentes, abiertos y sensibles.

Toda esta larga perorata viene a cuento de que es necesario que Macri, personalmente, se involucre lo más que pueda con el ya muy próximo cincuentenario del Teatro General San Martín (coincidirá, encima, con el Bicentenario) para darle a esa magna celebración el brillo del que careció, lamentablemente, el año pasado el centenario del Teatro Colón.

Pero el jefe de gobierno porteño prefiere llenar su cabeza de números y hace cuentas asombrosas, cuyos resultados difícilmente lo lleven a algún lado concreto. Es que Mauricio Macri llegó al íntimo convencimiento de que para que la ciudad se desembarace de sus males endémicos y resplandezca necesita 60 mil millones de pesos. Si es así, verdaderamente está en problemas porque sólo dispone de 250 millones libres al año para hacerlo. Más de la mitad de los quince mil millones de pesos que tiene de presupuesto se le van en los sueldos de sus 140.000 empleados; el resto es absorbido por partidas ya asignadas, contratos, obras previstas, subsidios y fondos varios. Si estos números se mantienen, tardaría 240 años en completar su ideal. No sólo no le alcanzarían varias vidas, sino que mucho antes, por suerte, el electorado se inclinaría por alguien que ofrezca soluciones más realizables y rápidas.

Pero ingeniero al fin, los números siempre imponen su delantera casi excluyente en la cabeza de Macri. Y los del Complejo Teatral de Buenos Aires lo preocupan.

Con un presupuesto de 55 millones de pesos anuales, 800 empleados y 300.414 entradas emitidas en 2008, el costo por espectador se elevó a 188 pesos. Se invirtieron quince millones en producción artística y por boleterías sólo volvieron menos de tres millones (ya que las entradas tienen precios subsidiados y en no pocos casos se dan gratis para incentivar en la ciudadanía el saludable rito formador de ir al teatro).

Las obras de restauración del edificio que da sobre la avenida Corrientes sufren demoras y suspensiones por causas presupuestarias.

Ya se terminó de instalar el sistema de aire acondicionado para las salas, se retiraron materiales con asbesto, por ser cancerígenos, de salas, escenarios y talleres, y culminó la reforma de la sala Cunill Cabanellas. Actualmente se reemplazan carpinterías metálicas del cuerpo A del teatro, pero están detenidas otras reformas y las obras en el exterior del edificio, se posterga la instalación de dimmers en la sala Martín Coronado y sigue en veremos la sala de ensayo para el Ballet Contemporáneo.

El malestar suscitado por el atraso en el pago de sueldos y contratos y la reprogramación de algunos estrenos no deben repetirse en 2010, para que el cincuentenario sea una verdadera fiesta, que no dé pie a nuevos y peores lamentos. Hay varias ideas en danza: sumar presencia en los barrios mediante muestras itinerantes, habrá un concurso para el diseño del logotipo del 50º aniversario y la edición de un libro. Por otra parte, ya está en marcha la realización de un documental, con guión de Aída Bortnik y dirección de Carlos Orgambide.

La gente que abreva poco y nada en la cultura (aparte de lucir precaria, prejuiciosa y lineal) tiende a pensar que gastar en ella es como tirar la plata a la basura. Ignoran sus benéficos efectos sobre los valores democráticos, la espiritualidad, la cohesión social y hasta la economía.

Así lo destaca la experta Françoise Benhamou en La economía de la cultura (Ediciones Trilce, Montevideo, 1997): "Las ganancias que la vida cultural le puede aportar a la colectividad no siempre ?o casi nunca? cubren los gastos ocasionados. Evidentemente, el interés en estos gastos debe ser evaluado en función de otros criterios que van más allá de la noción económica".

Fuente: La Nación

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