martes, 1 de septiembre de 2009

Telón abierto en el Cervantes

Foto LA NACION / Andrea Knight

Dos estrenos: El misterio de dar y Un informe sobre la banalidad del amor

Laura Yusem dirige la obra de Griselda Gambaro, con Adriana Aizenberg, mientras que Manuel Iedbavni lleva adelante la creación de Mario Diament

Por Verónica Pagés
De la Redacción de LA NACION

Las tres señoras se juntan a tomar el té unos minutos antes de que comience uno de los ensayos. Adriana Aizenberg trae masitas: es una manera de compartir alegría y chochera por el reciente nacimiento de su primer nieto. Laura Yusem y Griselda Gambaro reparten besos, abrazos y congratulaciones. Hacen comentarios sobre la ropa que viste impecablemente Yusem ("No deja al azar ni el menor detalle", afirma Aizenberg), y sobre el viaje de Gambaro desde la zona sur del conurbano. Esta escena -totalmente alejada de la ficción- ocurrió hace ya un par de meses, justo antes del cierre de los teatros por la gripe A, de la Feria del Libro Teatral, y de algunas complicaciones de orden técnico y económico que rondaron por los pasillos del Cervantes. Todas estas situaciones parecieron haberse complotado como para que el estreno de El misterio de dar , obra de Griselda Gambaro, que protagoniza Adriana Aizenberg con dirección de Laura Yusem, sucediera casi sorpresivamente este último sábado (la obra tiene funciones de jueves a sábados, a las 19, y los domingos, a las 18.30). Algo parecido ocurrió con la obra de Mario Diament, Un informe sobre la banalidad del amor , que desde anoche se adueñó de la sala Orestes Caviglia del mismo teatro.

A la hora del té, las tres parecen íntimas amigas. Es la consecuencia de los encuentros, de los ensayos, de la confianza y de la entrega, ingredientes indispensables para que el trabajo sea disfrutable, dichoso, productivo y festejado, cosa que las señoras en cuestión se apresuran a aclarar.

"Yo soy una especie de tábano con Griselda, que le está siempre encima; cada seis meses la llamo y le pregunto si tiene algo nuevo. Y siempre me dice que no", dice Yusem, pero con cierto humor, ya que ha estrenado obras de Gambaro casi como ningún otro director, desde aquella La malasangre de 1982 (que dirigió varias veces) que puso en escena en el viejo teatro Olimpia.

-¿Te cuesta entregar tus obras, desprenderte de ellas?

Gambaro: -Mirá, estoy viniendo una vez por semana a ver los ensayos y cuando la actriz y la directora son buenas, cuando veo resultados, no me cuesta entregarlas; es un paso muy fácil para mí en estas condiciones; por ahí, si la obra fuera más compleja, con gran cantidad de actores, quizá tendría mayor resistencia.

Yusem: -He estrenado muchísimos autores argentinos; es lo que más me interesa, y te puedo decir que Griselda es la única que entiende que el traslado al escenario es un hecho artístico nuevo en sí mismo y que depende ya de otras mentes creadoras, y ella lo entrega y lo sabe ver con una generosidad inusual, lo cual no la hace menos severa, porque sabe ver muy bien, pero no en función de lo que imaginó, sino en función de lo que está sucediendo, y echa luz sobre el trabajo. Siempre me ha ayudado a darme cuenta de cuándo estaba equivocada. Y he tenido miradas en la nuca espantosas, de otros dramaturgos, que han llegado casi a escenas de pugilato, pero no es el caso de Griselda. Ella tiene la postura sabia, a mi juicio, de que el teatro no es literatura: es teatro.

Aizenberg: -Es la primera vez que hago una obra de Griselda y que me dirige Laura. Y me siento honrada y orgullosa. Estaba haciendo la obra de Daniel Burman (Las llaves de abajo), pero cuando me llegó ésta dije: "No me la quiero perder". Para mi camino, me parecía más interesante hacer este texto y tuve que optar, y creo que no me equivoqué.

La historia a la que hace referencia Aizenberg es una que llegó a oídos de Gambaro ?como verídica? hace muchos años, que convirtió en cuento y lo sumó al libro Lo mejor que se tiene. Se ve que el tema la seguía de cerca ya que la empujó a transformarla en texto dramático. Ahí habla de la señora Schneider, una anciana que tiene poco y nada, y que un día, sorpresivamente, da toda esa nada a unos indigentes con los que se cruza en la calle, un acto que ni ella comprende y que le provoca enormes y jugosas contradicciones.

-¿Qué te atrajo de la obra?

Yusem: -Me pareció extraordinario el título: para todos, el dar es un problema. Entonces, ¿por qué damos o por qué no damos? Griselda tiene obras durísimas y otras que son más compasivas, y ésta es una de esas, aun en la contradicción. He hecho obras suyas muy duras que me han encantado, y ésta me encanta por la razón contraria: es que alguna vez ser compasiva es un placer y una verdad.

Gambaro: -El tema me resulta todavía muy conmovedor, muy rico, ya que nos da otra visión de lo que es la vejez. Además, ¿el dar cómo nos deja, no sólo a las personas ancianas, sino también al resto de la gente? Ese dar sin un pensamiento atrás. Creo que es hermoso dejarse superar por las circunstancias, más allá de lo que pensemos o de lo que nos conviene.

Aizenberg: -Me enamoré del texto apenas lo leí; es de una profundidad y de una complejidad que nunca en mi vida tuve, y eso que he hecho cosas en estos 35 años... Además, es la primera vez que hago un unipersonal: ¡estoy aterrorizada! Recorro estados muy contradictorios. Esta mujer tiene muchas vueltas. Es una maravilla.

Fuente: La Nación

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