domingo, 13 de septiembre de 2009

Un juego con música y títeres

El músico Mariano Cossa maneja el tempo con destreza

Manifonías
propone bellas melodías y divertidos muñecos intrusos

Por Juan Garff

Manifonías, tocata y fuga para títeres. Dramaturgia: Sandra Antman, Néstor Caniglia, Mariano Cossa y Mario Marino. Música: Mariano Cossa. Vestuario y escenografía: Manuel Archain. Intérpretes: Mariano Cossa, Sandra Antman y Mario Marino. Dirección: Néstor Caniglia. Sala Orestes Caviglia, Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, sábados y domingos, a las 17. $ 25.
Nuestra opinión: muy buena

El músico se dispone a iniciar el concierto. Afina su guitarra, acomoda el atril, ausculta el silencio atento del público. Pero son pocos los compases que recorre antes de que comiencen a desarrollarse acontecimientos que marcan un contrapunto inesperado a la partitura original. Casi invisibles, pequeños y repentinos, tres seres titiritescos desplazan el atril e intentan sustraer el pañuelo con que el concertista se limpia el sudor de la frente.

Comienza así una doble trama de persecución. El guitarrista se desespera por seguir adelante con su recital, pase lo que pase, y a la vez busca atrapar a los responsables de lo que parece un sabotaje a su lucimiento musical. Es el juego clásico de los títeres, el de las apariciones y ocultamientos súbitos, que despierta el entusiasmo de los más pequeños entre los espectadores, identificados con la posibilidad de esconderse y sorprender al adulto aparentemente poderoso.

Pero en Manifonías, la obra presentada en la intimista Sala Orestes Caviglia del Teatro Cervantes, se retoma esta dinámica prescindiendo del retablo y de los muñecos de guante tradicionales. Todo pliegue de telones y recovecos del escenario, incluso el mismo cuerpo del músico, sirven para el ocultamiento de los intrusos, entrañables monstruitos manejados con varillas.

Mariano Cossa, músico teatral de trayectoria con parte de su carrera realizada en México, maneja el tempo titiritesco con similar destreza a la desplegada sobre las cuerdas de su guitarra. Sandra Antman -ex integrante de los grupos Libertablas y Asomados y Escondidos- y Mario Marino son los responsables de dar vida a los títeres y lo logran a la perfección, haciendo verosímiles variaciones corporales poco convencionales y una gestualidad expresiva que emana incluso de formas puras, sin rostro.

De cámara

Formato e historia son de cámara, como lo es la música, que, pese a todo, se escucha, y muy bien. La anécdota es también pequeña, pero acumula suspenso en el crescendo de la tensión entre el concertista y los títeres, hasta un desenlace que explica actitudes y disuelve enemistades en favor de la vocación lúdica de ambas partes, la del juego de los títeres y la de la interpretación musical, que no por nada en varios idiomas coinciden en una misma palabra. En la obra dirigida por Néstor Caniglia no hace falta explicitarlo: la acción habla por sí sola y prescinde prácticamente de textos. Manifonías es particularmente atractiva para los más pequeños, pero con resonancias de humor que atraviesan todas las edades.

Fuente: La Nación

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