sábado, 26 de diciembre de 2009

Harto ruido, pero contadas nueces

CHILE: Temporada 2009

Pedro Labra Herrera

Si hace 15 o 20 años alguien hubiera afirmado que el teatrófilo capitalino iba a disponer de un abanico de más de 150 títulos por temporada (incluyendo visitas extranjeras y reposiciones, pero no obras infantiles ni esfuerzos de menor cuantía), lo habrían tratado de chiflado. Esa hipertrofia presente en nuestra escena hoy y desde hace varios años se podía prever dada la sobreabundancia de escuelas teatrales, mermando en el último tiempo. Porque lo que predomina en este panorama, digamos en dos tercios de él, son experiencias de equipos jóvenes que prueban suerte en la escena; pese al apoyo de sus coetáneos -nuestro público de sala es mayormente juvenil- y, salvo honrosas excepciones, desaparecen tras el segundo o tercer intento. El teatro chileno se ha convertido más que nada en un fenómeno de y para jóvenes, una vitrina de expresión generacional.

Por el contrario, los resultados con profesionalismo y exigencia artística, destinados a un público crecido y culto, son un bien escaso. Es que los talentos más fogueados -los únicos capaces de transmitir la tradición del oficio- se han dejado absorber por sus compromisos televisivos (y hasta las campañas publicitarias). Con suerte un actor experimentado se deja tiempo para hacer una obra anual de breve permanencia en cartelera; muchos se ausentan de escena por años (los de la vieja guardia ignoran, además, cómo gestionar sus propios proyectos). Los actores chilenos han llegado a olvidar que su medio natural es la escena, la cual los pone en contacto estrecho con el público.

Así las cosas, la temporada 2009 mostró una cosecha muy prolífica, pero harto amorfa e inorgánica, cuya pobreza ilustra esta crisis. A diferencia del período anterior, en que un grupo de excepcionales hallazgos emergentes dieron la nota, el puñado de montajes dignos de destacar ahora fue producto de procesos continuos y madurados en el tiempo. Dos títulos se ubicaron en primera fila, en corrientes muy disímiles: Uno fue "Pedro de Valdivia, La gesta inconclusa", extraordinaria revisión de los 15 primeros años de la fundación de Chile, contada -en forma entretenidísima, vital, lúcida y muy crítica- por tres actores-narradores y notables músicos, a la manera de los espectáculos de juglaría. El otro fue la cautivante versión de "Las tres hermanas" que estrenó en enero Víctor Carrasco, en el estilo de abstracción lírica y gélida belleza que ha desarrollado este perfeccionista director, a la cabeza de un elenco muy bien afiatado; es probablemente el mejor Chéjov que se haya hecho aquí.

En un nivel algo inferior se ubicaron "Comida alemana", confirmando a Cristián Plana como el más promisorio talento creador de nuestra escena; "Yo, Feuerbach", dirigida por el alemán Alexander Stillmark; "Jamás el fuego nunca", de Alfredo Castro, y "Orlando", también de Víctor Carrasco. La última propuesta escrita y dirigida por el aclamado Guillermo Calderón, "Diciembre", estuvo muy por debajo de "Neva", su indiscutido triunfo de 2007 que, por lo demás, se convirtió este año en la segunda propuesta nacional de mayor acogida en el extranjero después de "La negra Ester", lo que no es poco decir; ese título tiene desde luego su agenda 2010 copada con giras.

Entre los muchos emergentes brillaron unos pocos: "El olivo", nuevo trabajo de Luis Guenel (que en 2008 ya había sobresalido con "Temporal"); "Pueblo", versión de un hermoso texto de Juan Radrigán muy juvenil y humilde, pero de asombrosa creatividad; "Ensayo sobre Tío Vania", relectura en la línea de Veronese, y, sobre todo, la singular "Ñi Pu Tremen", teatro documental que ofrece nada más ni nada menos que el conmovedor testimonio de la experiencia de vida de una decena de mujeres mapuches (que no son actrices). En el plano del teatro "comercial", de entretención, se percibió un sincero intento de dejar de lado la pura y simple alusión fisiológica por formas de humor más elaboradas, y de subir la calidad de producción; exponentes notorios de esa tendencia fueron "Días contados" y el remontaje de "Brujas".

Cabe hacer notar que en el conjunto del año no hubo actuaciones descollantes ni de actrices ni de actores, predominaron más bien los trabajos homogéneos de equipo. En cambio fue una temporada rica en meritorios diseños, para mencionar sólo algunos entre muchos otros, los de "Yo, Feuerbach", "Comida alemana", "Plaga", "Gorda" y "Caín".

En el plano de las visitas internacionales, el mayor aporte sin discusión fue la innovadora versión de origen lituano de "Hamlet" que programó Santiago a Mil en el Teatro Municipal, haciéndonos descubrir aristas insospechadamente salvajes y perturbadoras en la tragedia clásica shakespereana. Otro punto que merece mención es "Tercer cuerpo", la segunda obra del argentino Claudio Tolcachir ("La omisión de la familia Coleman") que se erigió en la primera temporada extendida de una compañía foránea en nuestra cartelera.

Foto:
Una escena de "Pedro de Valdivia, La gesta inconclusa"
Fuente: El Mercurio

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