sábado, 26 de diciembre de 2009

La firma Béjart

Escena de Canción del compañero errante, de Mahler, con coreografía de Maurice Béjart, durante un ensayo.- TEATRO ALLA SCALA DE MILÁN

Dos años después de la muerte del gran coreógrafo universal, el Teatro alla Scala de Milán y la Ópera de París Garnier coinciden en sendos programas de homenaje que recogen dos etapas fundamentales de su enorme legado

ROGER SALAS

Milán opta por la monumentalidad; París por lo íntimo. La obra coreográfica de Maurice Béjart (Marsella, 1 de enero de 1927-Lausana, 22 de noviembre de 2007), en su amplitud y estilo, contiene todos los formatos posibles dentro de la creación de ballet. Tras la incertidumbre acerca del destino de su compañía, litigios por el legado y desavenencias sangrantes entre artistas y herederos, se abre paso lo que debe quedar incólume: el repertorio. Con bastante sensatez, la Ópera de París acoge al Béjart Ballet Lausanne (BBL) con la reposición de cuatro obras fundacionales del estilo, de la firma Béjart. Por otro lado, el Teatro alla Scala de Milán repone dos piezas de gran formato y un pas de deux emblemático. Todas ellas, obras destinadas a permanecer en activo y a ser vistas por las nuevas generaciones de aficionados o profesionales que no tuvieron acceso anteriormente a tales títulos básicos del arte contemporáneo, o a quienes las conocen y aún las viven como vibrantes ejemplos del arte coreográfico más imperecedero.

Maurice Jean Berger abandonó en 1945 sus estudios de filosofía en Aix en Provence y se fue a París en busca del ballet, de su destino. También abandonó sus apellidos y se puso Béjart, que era el de Amande, la esposa de Molière, un juvenil guiño culterano. Siendo primer bailarín del Mona Eglevski Ballet entre 1949 y 1950 hizo ¡239 funciones de El lago de los cisnes! Entonces también abandonó drásticamente al personaje del príncipe Sigfrido y se fue a Estocolmo. Allí la cercanía de tres meses con Birgit Cullberg le vivificó e hizo en el Real Ballet Sueco su primer paso a dos y se acercó sin timidez a El pájaro de fuego. Béjart nunca obvió este arranque revolucionario, estaba orgulloso de ello. Hasta el fin de su carrera, revisó constantemente su obra, se versionó y se contradijo, se refundió en una metáfora vital del personaje mitológico stravinskiano. Esa verdadera obsesión por la autocitación escénica y el encumbramiento del hombre (el baile masculino) fueron los haces de su tótem estético.

En París se verán ahora Sonate à trois (Bartók), de 1957; Dialogue de l'ombre double (Boulez), de 1998; Webern Opus V, de 1967, y Le marteau sans maître (Boulez), de 1973. El Béjart más apegado al sonido del siglo XX que explora a la vez los dilemas del hombre moderno. Así hay que entender la entidad estética de Béjart más allá del papel que jugó la compañía Ballet du XX Siècle (BXXS) (Ballet del Siglo XX) en la trayectoria del ballet, aunque frecuentemente se tiende a la simplificación, no carente de cierta objetividad, de que allí, en Bruselas, es donde el marsellés fraguó su estilo y pudo realizar sus grandes obras corales, asegurándose así una trascendencia que muchas veces Francia le escatimó. Son meandros y oscuridades de una historia no escrita (el programa de la Ópera Garnier viene, tardíamente y con algún sentimiento de culpa, a reparar desaguisados de antaño), como tampoco está convenientemente relatada la salida brutal de Bruselas en 1987 después de 28 años de estadía creativa. Decir "por desavenencias con la nueva administración del Teatro de La Moneda" o "se largó a Lausana" son más mentiras ofensivas que medias verdades. Aquel éxodo entonces se calificó como "tragedia para la danza y el destino del ballet". Béjart renació de sus cenizas y de presiones burocráticas en Lausana y aún produjo algunas obras memorables antes de su dolorosa decadencia formal.

Las circunstancias formativas del BXXS y de la escuela Mudra hay que verlas hoy como el verdadero primer intento de compañía y escuela globales, en el sentido actual del término "global" (palabra que a Béjart no le gustaba especialmente, prefería hablar de mestizaje y llegó en 1977 a fundar Mudra-África), como global parece ser todavía la ley secreta que rige y anima sus obras. En 1983 el BXXS llegó a la plantilla fija de 60 elementos (27 mujeres y 33 hombres) más invitados ocasionales. En aquel apogeo y hasta euforia, se creó una formulación escénica totalmente novedosa, que, según el mismo Béjart, más que buscar una danza nueva en sí se trataba de encontrar un nuevo público. Pájaro de fuego y Consagración de la primavera, que se verán en Milán, van en tal senda. En La Scala la velada se completa con Canción del compañero errante, dúo para dos hombres sobre Mahler creado para Rudolf Nureyev y Paolo Bortoluzzi en 1971.

Cuando Béjart crea el 7 de diciembre de 1959 La consagración de la primavera el BXXS no existe aún como tal, está naciendo. Poco antes Maurice Huisman, director de La Moneda de Bruselas, reúne deliberadamente varias compañías: el Ballet Miskovitch y el de Janine Charrat; el Ballet-Theatre de París; el Western Ballet y el cuerpo de baile de La Moneda: todo lo pone en manos de Béjart. El éxito es tan grande y nuevo que Huisman le dice a principios de 1960: "Quédese". Cada uno de estos ballets en su génesis, su historia, es casi una novela o un filme apasionante, una aventura con sus luces y sus sombras propias.

Volviendo al programa de París, Sonate à trois (que originalmente se subtitulaba Huis clos por la pieza de Sartre de 1944) se estrenó en Essen en 1957, pero ha tenido dos reposiciones importantes, entre otras, la del Nederlands Dans Theatre en 1959 y la del Ballet Cullberg de Estocolmo en 1977, bailada por la zaragozana Ana Laguna y Niklas Ek. Un trío intenso que reúne en una escena desnuda y tres sillas de café dos tipos de mujer, una coqueta y otra posesiva; en medio, un hombre timorato; la respalda la sonata para dos pianos y percusión de Bartók.

Dialogue... se estrenó en Lausana en 1998 por Gil Roman y Christine Blanc y fue la última obra de Béjart con Boulez, además de ser también la última creación bejartiana concebida para la televisión suiza y sobre música grabada; la pieza musical toma señas de Soulier de satin, de Paul Claudel.

Le marteau... tiene su miga. Béjart estaba entre el público vanguardista en el Teatro Marigny en 1955 el día en que Pierre Boulez estrenó la pieza musical. En 1973 se hizo en La Scala el ballet con la orquesta dirigida por Maderna. La madre de Boulez le dijo a Béjart entonces: "Gracias a sus coreografías entiendo por fin la música de mi hijo". Para esa pieza, Béjart usa seis bailarines y una bailarina en correspondencia a los seis músicos y la cantante de la partitura. Como asegura la estudiosa Marie-Françoise Christout, hay que defender esta frágil y prestigiosa herencia: la firma Béjart.

Ballet del Teatro alla Scala de Milán: El pájaro de fuego / La consagración de la primavera / Canción del compañero errante. Coreografías de Maurice Béjart. Hasta el 5 de enero de 2010. www.teatroallascala.org/. Ballet de la Ópera de París: Béjart Ballet Lausanne (compañía invitada): Sonate à trois / Dialogue de l'ombre double / Weber opus V / Le marteau sans maître. Ópera de París Garnier. Del 5 al 9 de enero de 2010. www.operadeparis.fr/.

Fuente: El País

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